“Roma traditoribus non praemiat”, traducido a “Roma no paga traidores”, se ha convertido en un adagio que advierte sobre la falta de recompensa para quienes incurren en la traición. Aunque su origen exacto resulta incierto, se atribuye al procónsul Quinto Servilio Cepión en el año 139 a.C. Durante este período, Roma afianzaba su dominio en la península ibérica, enfrentándose a diversas tribus y líderes locales que oponían resistencia. La integridad y la lealtad eran valores muy apreciados en la narrativa romana, donde la traición se consideraba imperdonable y sin retribución a largo plazo.
En la actualidad, “Roma no paga traidores” se emplea para remarcar las consecuencias negativas de la deslealtad, recordando que las traiciones rara vez traen el resultado esperado. Esta expresión, inspirada en el origen histórico de la traición, se ha arraigado en distintos ámbitos, desde la política hasta las relaciones personales, subrayando que los actos basados en la deslealtad pueden llevar a la decepción. La importancia de la ética y la lealtad permanece vigente, y la frase sigue evocando la idea de que a largo plazo la traición no resulta beneficiosa.